Corsarios y las torres de Castelldefels del siglo XVI

Entre 1550 y 1626, hay documentados en Castelldefels o en sus aguas próximas 7 ataques o avistamientos de corsarios berberiscos procedentes del norte de África.

Tras el de 1550, y ante el estado medio derruido del castillo después de haber sido asaltado un siglo antes durante la Guerra Civil Catalana, los representantes de Castelldefels y de otros pueblos pidieron al barón de l’Eramprunyà que lo restaurara lo antes posible, lo que se hizo ese mismo año, con unos muros de arenisca rojiza del Garraf y tres fuertes torres de planta cuadrangular.

En Castelldefels, además, había dos torres más de vigilancia desde el siglo XIV. Una era la ahora llamada torre Moruna, ubicada en un punto alto (en el actual barrio de Bellamar) con muy buena visibilidad del mar y del camino que desde el Garraf se dirigía al pueblo (cerca de la Creu del Terme y de Can Vinyes y del camino que desde allñi se dirigía al pueblo), y la segunda, conocida como torre de Guaita, está situada vigilando el camino de acceso al castillo por el oeste. Ya en el siglo XIV habían habido ataques de piratas, y seguramente antes también.

Pese a ello, los vecinos y vecinas aún no estaban tranquilos. Por tal razón, algunas familias adineradas construyeron o restauraron sus masías, y a su lado levantaron (o en algún caso reconstruyeron) unas altas torres de defensa, que desde su parte superior permitían ver la costa (más cercana al pueblo en aquel momento). 

Los maestros de obras que las levantaron conocían algo de arquitectura militar: vemos en ellas almenas, diversos tipos de matacanes (sobre ventanas o puertas, o bien rodeando todo el edificio), con ventanas muy estrechas conocidas como arpilleras (la estrechez exterior se ampliaba hacia el interior para facilitar ver o disparar desde dentro) y con un paso levadizo de madera, que giraba sobre unos encajes en unas piedras labradas, que unía el primer piso de las torres con el primer piso de las masías. Ese paso de madera se ha conservado bien en Can Gomar, bajo la actual estructura de obra de fecha muy posterior. Su planta baja no comunicaba con el primer piso.

Imagen hacia 1918, de las torres de Climent Savall y de Gabriel Folcher (derecha)

Las torres construidas en Castelldefels en la segunda mitad del siglo XVI fueron nueve: las de Gabriel Folcher (que el ayuntamiento acaba de restaurar), la de Climent Savall, la de Cal Moliner, la de Antoni, la de Can Gomar, la de Can Roca de Baix, la de Can Valls de la Muntanyeta, la Torre Fael y la Torre de San Salvador (se pueden ver imágenes de las mismas en la segunda mitad de esta web).

Hacia 1583 probablemente, se erigió una décima torre, sin masía cerca, llamada torre Barona. Estaba en un montículo entonces muy próximo al mar. Muy grande, debió albergar algún cañón o bombarda. Dicha torre se veía perfectamente desde el castillo y en caso de proximidad de naves hostiles, podía dar aviso de ello mediante un fuego.

En el castillo, también hacia 1590 se construyó una cuarta torre, la mayor de todas, de base redonda, en su lado sureste, el más cercano al mar y a la mayoría de masías del pueblo, y con una vista perfecta a la torre Barona y a las demás torres. Debía servir de enlace entre ellas. Sólo la torre de San Salvador -siglo XVI- y la torre conocida ahora como Moruna -siglo XIV- (en la parte alta de la actual urbanización de Bellamar) no se veían desde el castillo directamente.



Desde la última torre construida en el entorno del castillo del siglo XVI (hacia 1590), en su esquina sudoriental, se podía ver perfectamente la costa y fácilmente nueve torres del siglo XVI y una del siglo XIV (la torre de Guaita). La torre de San Salvador /siglo XVI) o la llamada ahora torre Moruna (siglo XIV), no eran visibles desde esa posición. Dar un aviso desde allí en caso de peligro no era complicado.  El mar era visible desde cada una de las torres (ahora ya no, por los edificios construidos)


También a finales del siglo XVI se construye una
torre de planta cuadrada adosada a los ábsides de la iglesia por su parte exterior. Su planta baja funcionó como sacristía, pero sus dos pisos superiores, sin comunicación con la planta inferior, debían cumplir funciones de vigilancia y defensa, y desde allí se contemplaba el tráfico de barcos por el mar.

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