A Clemente Ochoa lo conocí en 1974, hace 51 años. Era mi profesor de dibujo en el Instituto Emperador Carlos de Barcelona, situado junto a la Estación de Sants, que se inauguraría unos meses después, a mediados de 1975. Creo (pero puedo equivocarme) que fue el 18 de julio de dicho año el de la apertura pública de la estación de Sants. Una fecha significativa que a las autoridades de aquel momento no les importaba recordar. La memoria histórica, si era la suya, era motivo de fiesta y regocijo. Pero, como ahora, sólo la suya. Ese año también fue significativo por la muerte del dictador Francisco Franco, en el poder desde que triunfó su golpe de estado iniciado un sábado 18 de julio, que se nos recordaba (de nuevo) con la fecha de apertura de la estación de trenes. El máximo poder unipersonal le llegó tras tres años de guerra y centenares de miles de muertos. Y todo por su ansía de mando y por acabar con una República democrática en la que, es cierto, algunas cuestiones de orde...
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