A Clemente Ochoa lo conocí en 1974, hace 51 años. Era mi profesor de dibujo en el Instituto Emperador Carlos de Barcelona, situado junto a la Estación de Sants, que se inauguraría unos meses después, a mediados de 1975.
Creo (pero puedo equivocarme) que fue el 18 de julio de dicho año el de la apertura pública de la estación de Sants. Una fecha significativa que a las autoridades de aquel momento no les importaba recordar. La memoria histórica, si era la suya, era motivo de fiesta y regocijo. Pero, como ahora, sólo la suya.
Ese año también fue significativo por la muerte del dictador Francisco Franco, en el poder desde que triunfó su golpe de estado iniciado un sábado 18 de julio, que se nos recordaba (de nuevo) con la fecha de apertura de la estación de trenes. El máximo poder unipersonal le llegó tras tres años de guerra y centenares de miles de muertos. Y todo por su ansía de mando y por acabar con una República democrática en la que, es cierto, algunas cuestiones de orden público no estuvieron bien resueltas, pero que en todo caso no nos legó ese posiblemente medio millón de muertos y esas decenas de miles de personas que a día de hoy siguen enterradas en fosas comunes.
Mis compañeros de instituto (entonces sólo había chicos, las chicas llegaron en el curso 1976/1977) estaban mayoritariamente en ebullición antifranquista. Yo entonces no. En mi clase, sólo dos o tres de los veinte votábamos que no a las relativamente reiteradas huelgas.
No debía ser fácil dar clase en ese ambiente, y menos darla bien... pero un amplio grupo de profesores y profesoras, de diversas edades y procedencias, lo intentaron y creo que en el Emperador Carlos lo lograron, sin meterse (la gran mayoría) en política, pero sin oponerse jamás a la libertad personal del alumnado, votaran lo que votaran. Clemente Ochoa estuvo ahí, entre ellos, respetado, más allá de su personal posición política, fuera la que fuera, al igual que el resto.
Yo creía que Clemente era su nombre, y no fue hasta mucho más tarde (mucho, mucho), que no averigüé que su nombre real era Manuel y que tanto Clemente como Ochoa eran sus apellidos. Ese Clemente Ochoa era también el nombre con el que él empezaba a ser conocido ya entonces en su trayectoria como artista, que yo como alumno no conocía. La faceta docente convivió con su producción artística como pintor y grabador, que culminó años más tarde desarrollando una intensa actividad como escultor.
Era un buen profesor, amable y paciente, como lo suele ser la mayoría de profesores y profesoras de secundaria, y como especialmente lo era el profesorado de mi instituto en aquellos años. Gente notable, con pocas excepciones, que, como suele pasar, no valoré en su justa medida, salvo algunos pocos casos, hasta años más tarde, cuando en la universidad volvía la vista atrás y recordaba la suerte que era haberlos conocido. Manuel Clemente era uno de esos profesores, discreto, que sabían marcar la diferencia.
Años más tarde, cuando yo empecé a trabajar en el Ayuntamiento, tuve la suerte de encontrármelo en diversas actividades culturales en Castelldefels a finales de los años ochenta y en los noventa, y más ocasionalmente más tarde, por ser ésta la ciudad en la que vivía él y su mujer, que también había sido profesora en mi instituto pero que nunca me dio clase.
Era vecino desde hacía tiempo, y sé que apreciaba mucho a la ciudad, en la que ahora es posible ver obra suya en muchas plazas y rotondas.
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| Alegoría a Pau Casals |
Lamentablemente ha seguido pasando el tiempo y el pasado jueves 4 de diciembre de 2025 amaneció con la triste noticia de su muerte a los 88 años de edad.
Clemente Ochoa había nacido el 18 de febrero de 1937 en Cascante, en el límite sur de Navarra, cerca de Tudela. Interesado en el arte desde siempre, se había formado primero en la Escuela de Artes y Oficios de Zaragoza (1957) y, más tarde, en la Escuela de Sant Jordi de Barcelona (1957–1961). En 1962 obtuvo la cátedra de dibujo en enseñanza secundaria, pasando a ser profesor en la Escuela Universitaria de La Laguna, en la isla de Tenerife y luego, en 1968 volvió como profesor a Barcelona, donde fue catedrático de enseñanza media, también en la Escuela Normal de profesorado, así como de expresión visual y plástica de la Universidad de Barcelona.
Clemente, miembro de la Academia Internacional de San Marcos, nos deja una abundante obra dispersa por toda España y en el extranjero, tanto en espacios públicos como en museos y colecciones privadas, con más de cincuenta exposiciones en España, alguna de ellas en Castelldefels, y en el extranjero.
Aquí se puede contemplar cada día una parte de su legado en nuestros espacios públicos, como sus esculturas “Alegoría a Pau Casals” (plaza Pau Casals), “Generaciones” (plaza de la Estación), “Olímpicos” (rotonda entre la calle 11 y el paseo de la Marina) o “Aspiración” (plaza del Esperanto).




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